El epitafio de Juliette and the Licks
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Cuenta la leyenda (o San Google, que para el caso tiene la misma credibilidad que una leyenda) de una chica que, en un concierto de Blondie, quedó tan impactada con el mundo de la música y la vida de rockstar que armó una banda. Luego de dos álbumes y un EP, la banda aún era desconocida para casi todo el mundo y se desintegró. En vez de deprimirse y tirarse al llanto, la chica en cuestión recordó su exitosa carrera cinematográfica y que su nombre es Juliette Lewis. La banda es Juliette and the Licks y su álbum de despedida es genial y se llama Four on the floor.
El disco Four on the floor sirve de cierre a una carrera breve y parcialmente subterránea. Luego de protagonizar películas como Natural Born Killers, From Dusk Till Dawn y The Other Sister, Lewis se da un clavado al mundo del garage rock, con un éxito considerable. Participaciones en festivales alrededor del mundo confirman que, para los oídos gustosos del sonido indie y el rock alternativo, The Licks eran una propuesta que valía la pena escuchar y eso queda demostrado en esta producción.
Para los que no han escuchado a Lewis cantar, el inicio del disco es una agradable sorpresa. Abrasivos, potentes, rockeros, con un tinte que recuerda bastante a Karen O, los primeros alaridos de Smash and grab nos dan la señal para iniciar el frenético recorrido por el ritmo de este álbum.
Los sencillos Hot Kiss y Sticky Honey son, por sí mismos, motivos más que suficientes para no dejar de escuchar esta producción. El sonido simple, con una sólida base rítmica, y plenamente guitarrero, justifican el triunfo de Juliette and the Licks en el último festival Eurockéennes y abriendo para bandas como Foo Fighters, Muse y Chris Cornell.
Una búsqueda rápida por internet (sí, otra vez estoy hablando de Wikipedia) y nos enteramos de que uno de los guitarristas se llama Todd Morse y es un cuate con una trayectoria en la escena del punk neoyorkino. La otra guitarra está a cargo de Kemble Walters, con una trayectoria similar en Texas. Purgatory blues hace gala de estas influencias y nos transporta al centro de una tocada con slam y agitación cardiaca incluida. Bullshit king y Mind full of daggers siguen sin darnos descanso mientras nos dejamos llevar por la franca actitud de la banda y la voz de Juliette.
Otros tracks, entre los que podemos nombrar a Are you happy e Inside the cage, ponen el toque tranquilo, en los que podemos escuchar los matices más dulces y suaves de la voz de la protagonista de Kalifornia. La pista oculta (es decir, la última canción en estos tiempos de formatos digitales), Lucky for you, cierra esta producción con un experimento que revolotea alrededor del bossa nova y los ritmos netamente setenteros. Si aún no encuentran suficientes razones para escuchar este disco, el dato de que la batería fue grabada por Dave Grohl podría ser un buen argumento.
Después de la desintegración de The Licks, Lewis lanzó un álbum solista, con la participación y producción de Omar Rodríguez-López, guitarrista de The Mars Volta (material para otra nota, pero eso vendrá después).
Irónicamente, la separación de este proyecto nos dejó muy pocas frustraciones. Seguimos viendo a Juliette en la pantalla grande, así que no es como que la extrañamos. Los demás integrantes regresaron a sus proyectos originales, siendo un poco menos anónimos que antes. Tras escasos seis años de carrera, Juliette and the Licks no tuvo tiempo de perder su esencia, sus tres producciones son viscerales, despreocupadas y rockeras. Al final, éste puede ser uno de esos casos en los que el obituario es más interesante que la vida misma; no queda más que presionar play y brindar por la corta vida de The Licks.
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