Los motivos de orgullo de Zakk Wylde.
[vc_row][vc_column][vc_column_text]
En 1987, Ozzy Osbourne contrataba a un joven guitarrista de 20 años llamado Jeffrey Wielandt. El chico se convirtió en leyenda al ser una pieza fundamental del sonido de Ozzy. Lo conocemos como Zakk Wylde. Con una pinta de vikingo en pie de guerra y fundando la banda Black Label Society, Wylde ha mantenido una imagen ruda y potente en el mundo del heavy metal, sin embargo, su primera producción lejos de la sombra de Osbourne nos permitió echar un vistazo a su lado más crudo e íntimo, a escuchar sus raíces a través de su propia voz y entender por qué éstas lo llenan de orgullo y gloria.
Una línea de banjo abre Losin’ your mind, la bienvenida a Pride & Glory, el proyecto cuasi solista de Zakk Wylde. En cada una de las rolas, un toque de country y rock sureño acompaña la agresiva guitarra que se ha vuelto una marca inconfundible de Wylde. Además del banjo, la armónica, mandolinas y las guitarras de doce cuerdas contribuyen a un equilibrio muy natural entre el sonido metalero y el campirano.
[/vc_column_text][vc_video link=»https://www.youtube.com/watch?v=QEPSeKB7qkI» el_aspect=»43″ align=»center»][vc_column_text]
Para muchos, esta fue la primera vez que escuchaban la voz de Zakk. En Horse called war esa voz y el ritmo nos dan una mezcla de blues rock con tintes de metal. Una mezcla similar explota en las bocinas con Troubled wine y Harvester of Pain. Por momentos, podemos cerrar los ojos y pensar que escuchamos a un blues man de New Orleans, más que a un vaquero con apariencia de vikingo.
La banda llevaba el mismo nombre: Pride & Glory. El guitarrista se hizo de la complicidad de Brian Tichy (ex baterista de Billy Idol, Foreigner y el mismo Ozzy) y James LoMenzo (ex bajista de White Lion y que se integraría al proyecto Black Label Society). Las fotografías incluidas en el booklet y el sonido del álbum revelan que este proyecto trató de tres amigos haciendo música y bebiendo cerveza sin mucha mayor preocupación.
El disco nos lleva de la mano a los rincones más íntimos Wylde, alguno tan desconocidos que podrían sorprender a aquellos que lo conocieron como guitarrista de alguien que ha usado el sobrenombre príncipe de las tinieblas. Por un lado tenemos Sweet Jesus, en donde escuchamos un arreglo de cuerdas y un piano que toma el papel principal para fondear una letra en la que el rockero expresa su espiritualidad provocando muchas mandíbulas abiertas. Unos tracks más adelante escucharemos Cry me a river, rola acústica con feeling sureño, muy al estilo de Creedence Clearwater Revival.
Toe’n the Line es una gran reto a quedarnos quietos sin marcar el ritmo. Una línea de blues sureño, una voz abrasiva, golpes al borde de la tarola y un bajo que juega con nosotros más que tocar para nosotros nos dan todos los elementos de una fiesta en el granero con tarros de cerveza y paja en los dientes. Un largo jam cierra la canción recordándonos que este disco une al Wylde metalero de BLS, el rockero de Ozzy y el acústico de Book of shadows. En lo personal, mi favorita del álbum.
Unos años después de su lanzamiento original, Spitfire Records editó una nueva versión que incluía algunos bonus tracks, entre los que destaca una versión de The Wizard, original de Black Sabbath. El detalle termina de definir esta producción como un vínculo a las facetas más diversas del guitarrista.
Cuando la última canción llega a su fin, nos encontraremos con que, más que un álbum, acabamos de ser testigos de una pequeña autobiografía de lo que era la vida de Zakk Wylde en ese momento. Prestando oídos mucho más atentos, comprendemos que en 1994 Wylde nos dio una pista de todos y cada uno de sus movimientos futuros; nos avisaba del hombre que existe bajo el guitarrista, que levantaba su voz revelando su verdadera esencia con orgullo y gloria.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]